jueves, 12 de mayo de 2011

No entiendo nada

  • La política, la economía, la educación, la sanidad… Ya no son lo que eran.
  • Los amigos, la familia, los novios, los matrimonios… Ya no son lo que eran.
  • Los sueldos, los trabajos, los jefes, los compañeros… Ya no son lo que eran.

 
¿Esto es lo que llaman PROGRESO? ¿Una involución en el trato entre personas, en los negocios, en lo más básico del ser humano? Si es así, ¿a qué nos atenemos cuando todo está en continuo cambio y nada es lo que parece ser?

 
No entiendo nada, en serio, debo haberme quedado en una época en la que había ciertos aspectos básicos cubiertos en la vida de cada persona; donde un padre era un padre, un amigo era un amigo, un político era un político… Ahora estamos ante un baile de roles continuo, donde te obligan a estar atento a la inconsistencia de las relaciones, a que todo puede volverse del revés en un microsegundo sin que te des cuenta, es decir, a fabricar modelos donde no hay nada auténtico, seguro y duradero, en un Mundo en el que todos nosotros tiene fecha de caducidad en todos los estamentos de nuestra vida.

 
Me niego a no entender, me niego a concebir este modelo de cambio, me niego a NO ENTENDER NADA.

 



lunes, 10 de enero de 2011

ICT, Impuesto Circulación Transeúntes

¿Cómo se sentiría usted si en Sevilla le cobrasen una tasa cada vez que quisiera transitar por la vía pública? ¿Y si por no pagar corriera peligro su integridad?

Supongo que «estafado, insultado, amedrentado, acongojado…» estarían entre sus sensaciones más inmediatas, y lo sé porque son las mismas que siento yo cada vez que intento aparcar mi coche en Sevilla y un ejército de esa casta suburbana, denominados «gorrillas», me insultan, recriminan y amenazan, si no cumplo con el «impuesto del miedo» por estacionar mi vehículo en la vía pública, eso sí, lo hacen en varios idiomas, contribuyendo a la multiculturalidad de la ciudad.

Principalmente, me sucede esto cuando visito la casa de mis padres, sita entre la Calle Arroyo y la Calle Urquiza, donde suelen encontrarse más gorrillas que aparcamientos libres, y cuando quedó con mis amigos en los locales de la Calle Avicena. La persecución de gorrillas en estas zonas es tan intenta que he descendido el número de veces que visito a unos y a otros, sobre todo si voy sola por la noche, a veces por miedo pero sobre todo por impotencia.

Me encuentro con una ciudad maravillosa como Sevilla, tomada por la barbarie, asediada por personas que, bajo la impunidad y apoyo del Ayuntamiento, campan a sus anchas por las calles, haciendo de las aceras y carreteras su coto particular de caza.

¿Y el Ayuntamiento? ¿Y la policía local? Ni unos ni otros vienen cuando son llamados, es más, la respuesta del Ayuntamiento ha sigo «legalizar» la figura del gorrilla, ascendiéndolos a la categoría «Vovis», es decir, no solo te estafan y se ríen de ti en la cara, si no que lo hacen con el beneplácito de nuestro Alcalde. (Si alguno de vosotros todavía piensa que pagar a un Vovis es voluntario, que intente no darle dinero y me lo cuente después)

Soluciones que se me ocurren, la que más me place sería ponerle una manada de gorrillas y Vovis al Señor Alcalde en la puerta de su casa, pero como no tengo influencias, supongo que tendré que buscar alternativas. Lo más factible es que se eliminase el impuesto de circulación que ha de pagar mi vehículo anualmente, junto con la parte de mis impuestos que van a parar al acerado y vías públicas, ya que ese dinero podría invertirlo en pagar a todos esos indeseables. Otra idea es que el Señor Alcalde pusiera remedio EFICAZ y FACTIBLE (resalto estas palabras porque ponerle multas a estas personas cuando la mayoría está indocumentada no entra en la categoría de solución) a la impunidad de estos «señores», llámense gorrillas o vovis, pero creo que esta idea es mucho menos probable que la primera.

¿Alguien da más?