jueves, 11 de septiembre de 2008

El final del Mundo

Eso decían, que se acaba el mundo el día 10, pero al final resultó ser un día corriente, normal y vulgar como su antecesor (mi cumple) y su sucesor (homenaje a las víctimas).... Solo un día más de los muchos del calendario.

Sin embargo, hubiera estado bien ver el fin de muchas cosas; el dolor, la angustia, el miedo y demás pandemias del hombre podían haber sido sepultadas ese día... Pero no pasó, así que el ser humano podrá seguir autodestruyéndose a si mismo, encaminando sus pasos hasta el fin del mundo que cada uno de nosotros vivirá tarde o temprano.

La verdad, hoy tenía un gran ímpetu por mandarlo todo a la mierda (pido perdón a mis lectores por esta imagen soez que acabo de dar, pero no hay palabra mejor que describa esa intención sin caer en el vocabulario Ned Flanders), quería llegar a casa, coger la maleta y huir... Quizás enrolarme en un buque mercante, hacerme titiritero de alguna feria o cualquier otro destino osado y rocambolesco, como esos personajes de cuento que dejan su puesto directivo para irse a vivir aventuras al rincón más remoto de la India.

Pero no, me quedé aquí en mi agujero, y volviendo a casa razonaba algo que de por sí ya sabía, las ciudades se parecen, desde la más pequeña hasta la más enorme, amasijos de hierro, cemento, avenidas, contaminación... Lo único que las hace diferente es la realidad que vives en cada una de ellas, eso determina tu odio o tu amor por unas u otras.

Eso explicaría mi incipiente odio por esta ciudad, por mi pequeña-gran Sevilla que yo tanto quise. Supongo que, como los amores de verdad, pasamos por una mala racha pero quedarán rescoldos calientes esperando a ser encendidos... Aunque hoy por hoy sigo en mis trece... Quiero decirte adiós.

Y para terminar unas palabras de Mclan:

"Para empezar, diré que es el final, no es un final feliz, tan sólo es un final, pero parece ser que ya no hay vuelta atrás"

Besos.